Roma, 5 nov (Prensa Latina) La agricultura italiana perdió en 2023 unos seis mil millones de euros como consecuencia de eventos climáticos extremos, los cuales en los últimos días causaron graves daños en el norte del país, indica hoy un reporte.
Un informe publicado por la Confederación Italiana de Agricultores Directos (Coldiretti) apunta que tan solo los días 2 y 3 de noviembre azotaron Italia 73 fenómenos extremos, entre ellos tormentas con fuertes vientos y abundantes precipitaciones, que en un 70,0 por ciento se concentraron en la norteña región de La Toscana.
También afectaron otras regiones como Lombardía, Trentino- Alto Adigio, Friuli-Venecia Julia, Véneto, Emilia Romaña, Liguria e incluso la isla de Cerdeña.
El análisis, basado en cifras aportadas por la Base de Datos Europea sobre Condiciones Meteorológicas Adversas (ESWD), hace alusión a las olas de calor, lluvias torrenciales y fuertes vientos que, en este año, además de provocar muertes y daños infraestructurales de consideración, causaron serios estragos en los cultivos.
En la región Toscana, como consecuencia de la reciente tormenta Ciarán, se produjo el desborde de ríos, arroyos y otros cursos de agua que inundaron terrenos sembrados con cultivos de otoño, como cereales y habas, mientras las fuertes ráfagas de viento, que arrancaron tejados y árboles de raíz, destruyeron extensos campos de olivos.
Numerosas empresas quedaron aisladas por deslizamientos de tierra, mientras en muchos almacenes, que quedaron sumergidos bajo el agua, se perdieron miles de quintales de trigo, además de semillas y fertilizantes, entre otras afectaciones
«Nos enfrentamos a una clara tendencia hacia la tropicalización, con una mayor frecuencia de manifestaciones violentas, desfases estacionales, lluvias breves e intensas y una rápida transición del calor al mal tiempo con efectos devastadores», subraya este documento.
«El resultado es que 2023 está clasificado como un año negro para la agricultura italiana» debido a estas condiciones, que según Coldiretti, representan un nuevo desafío para las empresas agrícolas, que deben adaptarse a los cambios climáticos y sus efectos sobre los ciclos de cultivos y la gestión del agua.